Cuando quité de mi discurso lo que me exigían decir, maduré.
Cuando aquello que mis padres me enseñaron como verdad revelada se evaporó, sentí que comenzaba a nadar en un mar de aguas cálidas y reconocibles.
Allí pude despojarme de lo ajeno.
Ese día abrí los ojos a los misterios que nos circundan, mientras una voz conocida me iba reclamando el tiempo perdido. Le pedí perdón y paciencia, -que me esperara-, le dije, -me falta mucho- le imploré.
ESE día –hace ya un tiempo largo- comencé a pintar lo mío, a dejar libre mi imaginación, a crear.
A crear y creer en mí, a confiar en mi concepción del mundo. A la vez y al unísono, comencé a dudar. Quizá esa acción sea mi mayor adquisición, provoca en mi alma ser permeable al universo de cosas que aún desconozco.
Astrid, hacia dias que no leia nada tuyo , y tengo que felicitarte porque lo estas haciendo con mucha dulzura y sentimiento. Además como buena artista plastica, las imagines que incluis en los relatos son estupendas.
ResponderEliminarQue bueno que sigamos de compañeras virtuales en esta linda experiencia, te mando un beso enorme