Cuando sufrimos la traición del azar -que por cierto no tiene culpa alguna- lloramos la miseria de lo trágico y nos resulta injusto lo que nos cae encima. Y cuando tomamos en la palma de la mano la matriz suprema de lo mágico con energía revitalizante, nos quedamos paralizados por pequeñeces estúpidas que quieren hacernos creer que son piedras preciosas cuando están concebidas de plástico barato.
Se disipa lo que deseo, y me olvido de bailar al son de las notas que me conmueven.
Quisiera sortear la valla -soberbia encantadora de serpientes- saltando muy alto con resortes en los pies, e imaginar que vuelo libre, como debe ser.