martes, 16 de marzo de 2010

El encargue

Hacía dos días que lidiaba con el halcón. Faltaba poco relleno para que el porte del animal lograse su aspecto definitivo. Una vez terminado con el cuerpo, abrió el frasco donde guardaba infinidad de ojos de vidrio tomando dos bolitas amarillas que con asertivo placer empujó hacia adentro de los espacios negros que aguardaban vacíos su repuesto. Cuando logró insertarlos en el lugar perfecto, respiró con franco ego ganador. Después de todo, era el mejor brujo del pueblo y no había duda que venía saliendo bien su preciada magia negra.Dejaría su bella obra embalzamada frente a la casa donde le habían hecho el "encargue". Quedaba poco tiempo para la medianoche y estaba retrasado. Salió apresurado en busca del destino fijado para su ofrenda. Sabía como llegar, el pueblo era chico y se conocían todos. Luego de veinte minutos llegó a la casa de Manuela Duarte. Deberás pensar mejor para otra vez eso de meterte con marido ajeno, pensó, mientras depositaba sigilosamente sobre el primer escalón el macabro regalito.Se despidió de su amigo de andanzas no sin antes pasar su mano por el suave lomo del bicho embalzamado ordenando las pocas plumas desprolijas que el viento había movido en el trayecto. Al mismo tiempo, balbuceaba unas palabras inentendibles para el mundo del bien. Miró hacia los costados, no vio a nadie, así que, tarea cumplida, ya podía regresar triunfante a su casa. Ni bien llegó, se tumbó en su catre y quedó profundamente dormido al instante, exhausto. La tarea le había llevado el día entero. De pronto se vio a sí mismo tumbado en la arena de un vasto desierto. De la nada aparecía planeando un veloz halcón, idéntico al que había matado el día anterior. Caía en picada yendo directo a su rostro picoteando y arrancando de un tirón sus ojos. Al mismo tiempo que intentaba levantarse y caminar para buscar resguardo, el ave rapaz volvía a acercársele, para seguir robando esta vez pedazos de su cuello y brazos. Lo despertó el alarido de su propia voz sintiendo su garganta seca y áspera. Se quedó un momento en la cama agradecido de que era un sueño. Le duró poco, no veía más que un manto negro a su alrededor. -No veo nada- gritó, -¿qué me pasa?- El agudo dolor de cabeza apenas le permitó levantarse mientras a tientas intentaba moverse agarrándose la cabeza que parecía tener cien cuchillos clavados. Chocó torpemente contra su mesa de trabajo, cayendo hacia adelante sobre los restos de plumas y material de relleno. Intrentó con sus manos incorporarse y se encontró con un bulto. Lo tanteó y parecía su bicho, su presa. Instintivamente fue a los ojos y sintió algo tibio que mojaba sus dedos. Cayó desmayado de la impresión.Manuela también era rápida, también sabía de embrujos y maldiciones. -Que te recontre- pensó para sí, y se durmió feliz, pensando en su amante, que la esperaría dichoso, pues era noche de lunes. Todos los martes de encontraban a las tres en el lugar de siempre. Un ángel, había observado el tristísimo suceso y lloraba desde el cielo. No podía estar en todas, era una más de esas situaciones en las que debía frustrarse. Sin embargo intentaría también volar en picada y caer cerca de ese pueblito en algún momento Tendría ahora una tarea pendiente más, una de las tantas de su lista.