viernes, 25 de septiembre de 2009

Así es la vida

Nos recibieron en Tahití unas lugareñas con el galardón de un collar de flores frescas, que en son de bienvenida colgaron amablemente en nuestros cuellos.
Estábamos encantados con los detalles bohemios del aeropuerto, y recuerdo la gracia que me hacía ver a mis amigos salir arrastrando las valijas con ese look polinésico. Subimos al taxi y nos fuimos al hotel, exhaustos del largo viaje. Al otro día debíamos marchar temprano y con mucho equipaje, así que nos despedimos de las flores y partimos camino al muelle a embarcarnos en la aventura de navegar una vez más en comunión amiga.
Pensé en el collar y lo imaginé marchito, muerto y en un chís chás lo efímero de todo me invadió de golpe. Ese segundo de nostalgia que le presté al regalo, se había esfumado demasiado rápido. Todo era parte de un simple acto marketinero, tan obvio como entendible, auqnue en su momento pareció haber sido importante para nosotros. Tanto que ya lo habíamos abandonado y seguramente estaría pudriéndose en un tacho de basura.
Me ayudó por un rato para prestar más atención a ciertos detalles, pero nuevamente caí en la banalidad de disfrutar de las frivolidades más absolutas.

"Aclarando", dijo el amanecer, debo admitir que disfruté mucho de ellas también.

De la serie "On the road" (2)

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