lunes, 21 de septiembre de 2009

El cuento inconcluso

El golpe seco de la tapa del libro le avisó del final de la tarea de ser leída. Rápidamente, como solía hacer, deslizó su cuerpo por entre las páginas pesadas, y escapó. Su rebeldía la solía salvar de la resignación de tener que quedar allí atrapada. En el pedacito arrugado de almohada que quedaba libre se recostó a descansar, con el mentón apoyado en sus manitos blancas y frías. Observaba con gran pena los surcos que habían dejado los restos de lágrimas alrededor de los ojos dormidos del niño. Ésta vez el cuento al que ella -por azar- pertenecía, no había ayudado al pequeño a dormirse en paz. El hadita tenía sus alas resquebrajdas de ir y venir en los viajes imaginarios de sus dueños. A veces triunfaba y otras no, y aquí estaba frente a una nueva derrota.
Sintió culpa de que sus aventuras no habían sido suficiente historia para regalarle al pequeño un plácido sueño. Le enojaba que, a pesar de ser hada, alguien había inventado que ella debía sentir como los humanos, ya que en este caso, el resultado le provocaba una profunda frustración.
Cuando escuchó el grito en el cuarto de al lado, pegó un salto asustada, comenzó a mover sus transparentes y quebradizas alas lo más rápido que pudo, depositó un besito de estrellas en la frente del niño y voló lejos.
Iba ahora planeando por el cielo oscuro, comenzando una nueva búsqueda. Vio abajo, a lo lejos, una luz en una ventana. Cuando logró percibir la imagen de una madre con un libro cuya carátula conocía al dedillo, se dio cuenta que era su nuevo destino. Comenzó su bajada en picada, sin saber con qué se iba a encontrar esta vez. De eso se trataba su vida mágica: mezclar lo que no existía con la realidad.
"Tarea difícil", dijo para sí, corrió la cortina y se sentó entre los juguetes, muy atenta a la voz que comenzaba a contar su historia una vez más.
Suspiró hondo e intentó pensar que quizá ésta vez se iría de ese hogar, triunfante.
De la serie "Sapos y princesas" (1)

No hay comentarios:

Publicar un comentario